Cuando elegimos a Horacio como escritor de julio....dije que yo iba a leer este libro y no el de cuentos elegido. Pero bueno, leì los dos, y todo lo que encontré o mandó Dèbora.
Este libro me lo vendió mi querido librero Guille de Purpùrea. Me lo recomendò especialmente. Lo dejè entre los no leido porque no....Bueno le llegó el momento y me lo devoré en poco rato.
El libro narra dos historias en distintos tiempos. En ambas hay un personaje que se repite: Eduardo.
Por un lado Eduardo, casado con una hija que tiene dificultades en el lenguaje y otra hija que muriò al ser atropellada por un auto por cruzar sin mirar pendiente del celular.
Por el otro, el mismo Eduardo con sus compañeros de trabajo del taller mecànico, que comparten un fin de semana.
Hay otra coincidencia: la casa en el campo donde se desarrollan ambas historias.
La relaciòn de Eduardo y su compañera, muy doloridos por la muerte de su hija, con miedos permanentes, intentando sobreproteger a su otra hija. Él entiende que en el campo la niña estarà a salvo. Su esposa no està muy convencida y no termina de acomodarse pero no tiene la fuerza para contradecirlo y lo acompaña.
En cuanto a los compañeros del taller, comparten un fin de semana, de machos, en esa casa. Lo digo así porque es lo que mejor representa esa convivencia: mucho asado, alcohol, rivalidad de manada, una prostituta. Todo lo que exige el patriarcado està claro: no recibir òrdenes de las mujeres, tener capacidad de tomar sin lìmites, pijotear al màs dèbil y por supuesto vanagloriarse de una sexualidad que los valida como machos. Realmente un grupo de individuos despreciables, sin sentido. Creo que el autor logra adentrarnos en ese mundo, saborearlo con amargura y asco.
La tragedia, el desenlace se da cuando se unen las dos historias. No voy a explicitar còmo ni por què. Leanlo que es muy bueno.
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