Una novela corta y absolutamente intensa. Con un ritmo vertiginoso. Recorres la historia con Elena una señora que tiene Parkinson, pero no un Parkinson de temblar sino uno mucho más complejo que te va dejando rígido.
Elena no puede levantar su cabeza, por eso ve el mundo de abajo, ve los pies, los zapatos, las veredas. Su cuerpo no responde. Todo se ve limitado en su vida por la puta Enfermedad puta. Así se refiere la misma Elena a su condición.
Rita, la hija, se ha suicidado, se colgó del campanario de la iglesia. Elena no acepta que haya sido suicidio y está decidida a verficarlo para lo cual debe ir a un barrio alejado y hacer un trayecto por demás complejo para sus limitaciones.
Esta novela me interpeló, me conmovió. Envejecer en este momento no está bien visto. Hay que ser joven siempre. Con los años vamos perdiendo habilidades, fuerza, energía pero si tenemos una enfermedad tan limitante, mucho peor. Sobretodo si no tenemos dinero para contar con cuidadores, medciación, especialistas que nos ayuden.Todo es más complejo para los pobres. Cuidar a alguien que deteriora día a día, que requiere de mucha energía es mucho más complejo que cuidar a un bebé, el niño es esperanza va adquiriendo capacidades. Eso es lo que Rita le dice al médico. Rita se siente derrotada, agobiada, furiosa.
En pocas páginas vamos conociendo las relaciones vecinales y familiares de Elena. Es muy bueno como escribe Piñeiro, nos de la información necesaria en poco espacio y conmueve. En algun pasaje me rei mucho, esa risa que viene del absurdo. Ver a Elena que se va quedando de lado en un taxi y queda mirando al techo sin poder incorporarse me hizo reir. Me sentí mala gente por eso, pero bueno cuando leemos nos vamos conociendo a nosotros mismos.
Es mi primera lectura de Piñeiro y seguramente no será la ultima.
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