Guibrando Viñol, un joven muy especial, ya desde su nombre. Solitario, vive con un pez y miente sobre su empleo: dice a su madre que es editor de un sello editorial importante.
Siente su trabajo como algo inmoral, sucio y peligroso. Para redimirse, asumiendo riesgos de todo tipo, recupera algunas páginas, que coloca entre secantes y saca a escondidas para luego leerlas en el tren.
A este personaje, se suman un vigilante que habla y recita en versos alejandrinos y Giuseppe, un compañero de trabajo que tras un accidente pierde sus piernas, precisamente con la trituradora de libros. Es algo entrañable, tragicómico como Giuseppe busca y pretende recuperar sus piernas.
A la vez, Guibrando es invitado a leer en un hogar de ancianos, un hogar donde esa vejez abandonada y triste recibe cualquier visita con entusiasmo.
La cosa cambia cuando encuentra un pendrive que contiene un diario de una joven que es limpiadora en baños de un shopping.
Esta novela la leí hace unos diez años, creo, en un momento en que leer sobre lectores me ocupaba con insistencia y llegué a ella.
Hace unos días, Virginia lo leyó para nuestro grupo de whatsapp y me di cuenta que había olvidado mucho del libro. El disfrute de ir descubriendo y recordando fue importante. Fue recuperar una lectura.
Cuándo podemos decir que leímos un libro?
Bueno ahora puedo decir que esta novela le leí mejor y la disfruté montón.
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