Chile, Palestina, Israel. Qué tienen en común? Bueno, todo es parte de Lina. Una escritora Chilena, que emprende un viaje para encontrar sus raíces.
Ser Palestino, es ser sospechoso, es ser árabe, musulman y tambien extremista. Son así todos los musulmanes? Son así algunos musulmanes?
Qué llevamos de nuestros antepasados? Si no hablamos su lengua y es muy poco lo que nos enteramos de su vida en ese lugar que parece de fantasía?
Lina vivió en un Chile ocupado por la dictadura, donde era frecuente ver soldados en las calles, donde todos eran sospechosos de estar contaminados de comunismo. Igual en Palestina, donde todos los que allí nacieron parecen ser los ajenos.
Es un relato intenso, cuestionador. Nos narra su llegada, su transito por tierras palestinas, conocer a sus antepasados. Los muros que hablan. El dolor de un pueblo que no sólo es despojado de todo sino, que además es criminalizado.
Cada paso de frontera se vuelve un desafío, donde todo es sospechoso, donde la propia autora es investigada minuciosamente por tener instrumental que le permite vivir, es diabética insulinodependiente.
Un muro grita: palestinos a la cámara de gas!
Es tan doloroso como una bala, como miles de bombas.
Prisiones repletas de jóvenes criminalizados por desobedecer, por rebelarse, por sospechosos.
Algunos quizá, se vuelvan colaboracionistas a cambio de su vida, su libertad. Es posible la libertad.
Lina nos va introduciendo en ese mundo, a la vez que nos cuestiona y se cuestiona. Dialoga con Amos Oz, con Chomsky, con Adorno.
Transcribe frases y números, de muertos, de kilómetros que se van ocupando.
La lengua, como último refugio, como expresión de lo que se equivoca, se miente: territorios ocupados, terroristas, sionistas, ortodoxos, musulmanes, árabes. Cada lengua es un pueblo, un pensamiento, una cultura. Será posible que todo un pueblo desaparezca? Será cómo soñó Hitler respecto a quien hoy se constituye en genocida?
Este libro no lo leí, lo escuché y debí repetir algunos capítulos porque quería entender mejor. Pienso buscarlo para tenerlo en mis manos y así quizá entender.
Nos inquietan las palabras a nosotros, los escritores. Las palabras significan. Las palabras apuntan. Son flechas. Flechas clavadas en el cuero tosco de la realidad. Y mientras más portentosas, mientras más generales sean las palabras, más se parecen también a cuartos o túneles. Pueden expandirse, o cavar. Pueden venir para ser llenadas con un mal olor. Puede haber sitios de los que perdimos el arte o la sabiduría de habitar. Y eventualmente aquellos volúmenes de intención mental que ya no sabemos cómo habitar, serán abandonados, bardeados, cerrados. Susan Sontag
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