Es un hombre joven, que ronda los treinta. Su novia es absolutamente hermosa y en ese viaje se entera que lo va a dejar por un antiguo novio.
Queda solo, desesperado, desorientado y es rescatado por Helga una alemana sesentona, divorciada, con hijos y nietos.
Ese rescate incluye una relación íntima, que se da por casualidad, más por innercia que por atracción.
Beto es machista, vive esa relación con vergüenza pues Helga no es el símbolo de lo que quiere conquistar el macho latino, español, mejor dicho. Un hombre hegemónico debe conquistar mujeres bellas y jóvenes. Sobretodo jóvenes. No hay belleza en la vejez de una mujer. Claro, en un hombre es distinto: un viejo que se levanta una jovencita es un machote, ha conseguido el trofeo de lo que debe ser para consagrarse, afirmarse.
Helga no es tonta ni ingenua. Sabe cual es su lugar y reflexiona sobre que está en la edad en que ya no se teme a la muerte porque se sabe vivida y se sabe vieja.
Beto además de ser un pusilánime, es envidioso, resentido por no tener un buen trabajo, admira paisajistas japoneses y envidia a un barcelonés quien en definitiva le dará empleo.
Creo que es una novela de tránsito: de un pasaje hacia la madurez.
Tiene humor, pero un humor ácido, me ha resultado divertida.
Lo escuché leído por Virginia, que es genial pero dijo que nos omitió pasajes demasiado bizarros, pero no fueron tantos.
Disfruté mucho y creo que es una crítica a los valores patriarcales de los que es difícil salir.
También puede ser que estoy leyendo a Ruben Campero y a Eva Illouz al mismo tiempo y mi mirada está velada por los lentes violetas.
Creo que vale leer a Trueba.
Comentarios
Publicar un comentario