Una ciudad del interior de nuestro país. Una ciudad conocida por ser una ciudad jardín. Por sus orígenes suizos, de gente trabajadora, gente rubia, gente que trabajó e hizo de ese lugar SU LUGAR.
Hasta ahí lo simpático de la historia. Lo valioso, lo que nos venden.
Esos rubios que llegaron y trabajaron para construir su familia, su vida, su pueblo. No como los criollos que sólo toman mate.
Sí hay racismo, hay exclusión, dureza
Esta novela narrada desde un protagonista que está en una clínica psiquiátrica. Escrita con crudeza, con entraña, sin adornar el lenguaje. Sin ocultar que entre los inmigrantes hay nazis. Sí de los que integraban las filas de Hitler. Que hay abusos y exclusión del diferente. Que muchos jóvenes optan por autoeliminarse, porque vivir en ese encierro cultural, es asfixiante.
Nos habla de él, su familia y nos habla mucho de la Gringa. Una joven muy rubia que está internada con él y que no habla. Él pone las palabras. Las repite, las expulsa.
Momentos conmovedores, intensos.
Se lee sin parar, sin respirar.
Se disfruta con dolor
"porque leemos para estar más locos de lo que estamos. Pero una locura linda, no coo la que tenemos usted y yo acá, con niños cogidos por padres y viejas atadas que se cagan y se mean encima, ¿entiende señora?¿Entiende lo que es leer? Necesitamos que algo sea fantasioso, al menos algo de lo que nos toca. Para salir de acá, como si saliéramos por la puerta con la carne limpia de risperidona y sin olor a remedios en la lengua. La putísima madre"
Mariana Komiseroff hace un prólogo muy certero y quiero rescatar la última frase: Lo que hace de esta novela una novela inolvidable es cómo el autor a través de su narrador pone voz al silencio.
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