Hay veces que lees un libro sin parar. Sin respirar. A la vez que sentís impulso de avanzar, el final duele. Este final duele y desde el inicio sabés que no va a ser feliz.
En un tono totalmente ominoso, Trias nos narra desde la voz de Clara su vida que va siendo cada vez más encerrada, salvo la azotea que le da paz, sensación de volar y un poco de vivir, lo demás encierro, oscuridad. Por momentos me hizo recordar a Samantha Schweblin, por el tono en que escribe aunque su modo es personal. Otra referencia fue el libro de Murakami: El pájaro que da cuerda al mundo. Hay un canario que está en el dormitorio del padre de Clara. Un padre depresivo, encerrado que vive apenas, respira y algun momento sale del encierro, pero apenas despierta mira el canario en su jaula. Este pájaro es como el que marca el tiempo, los tiempos, así lo expresa la protagonista.
Clara fue una niña solitaria, una mujer intorvertida. Sin vida propia. Vive para su padre y luego su hija. Se relaciona con una vecina extranjera, pero su relación es muy superficial, sabe cosas de la vecina pero nunca conoce de qué pais es originaria , Dinamarca, Ucrania, le da lo mismo. No le interesa su obsesión es su padre y nada más.
Leerlo angustia, da miedo. Miedo de sentirse tan solo y enajenado como Clara. Nombre que es la antítesis de ella, de su vida toda oscuridad, recelo, secretos.
Una lectura que hice en acuerdo con el club de lectores, elegida por Lourdes para el mes de marzo.
Es probable que busque algo más de ella.
Fue discipula de Levrero y en algún rincón lo noté. Por no ser nada luminosa esta novela, por una azotea en la que no hay palomas, por la soledad y lo enajenado.
En la página El Cultural, Trias dice que la novela refleja el miedo intenso que tenia al mundo exterior
“Una novela intensa, oscura, de escritura luminosa: confieso que me deslumbró.” Liliana Heker
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