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14o.FORO FOMENTO DEL LIBRO Y LA LECTURA FUNDACION MEMPO GIARDINELLI 2009

Domo del Centenario, Resistencia, Chaco, Argentina
19 de agosto de 2008

14° FORO INTERNACIONAL POR EL FOMENTO DEL LIBRO Y LA LECTURA



Discurso de apertura de Mempo Giardinelli



La lectura, lugar de encuentro

Queridas y queridos colegas, autoridades nacionales, provinciales, municipales, queridas amigas y amigos que año con año constituyen este público extraordinario que nos acompaña y renueva nuestro espíritu para seguir adelante.

Esta vez el lema que nos convoca es: "La Lectura, lugar de encuentro". Y justo ahora cuando venía para acá se me ocurrió pensar si no habremos cometido un error, o acaso caído en una rara paradoja, casi un oxímoron, puesto que la Argentina es un país que se desencuentra a cada rato, día a día. No hay que ser muy suspicaz para advertir que somos un país en el que convivimos con tantas contradicciones y resentimientos que todo encuentro verdadero, toda comunión ideológica, toda posible acción colectiva en beneficio del conjunto parece imposible… Para todo, para cualquier cosa, para cualquier idea o propuesta, los argentinos y argentinas sabemos tener el reparo inmediato, el NO instantáneo, preciso y contundente. Verdaderos maestros para la destrucción verbal de lo que dijo el otro, el desencuentro parece ser el símbolo identitario más común de esta nación desesperada y ardiente que somos.

Y sin embargo, nosotros venimos a proponer aquí que la lectura, nada menos, puede ser, y yo digo que es, un "lugar de encuentro".

Hace algunas semanas, de visita familiar en México, pasé por la más importante librería de aquel país y, en la mera puerta me encontré con este lema precioso: "¡Sálvese quien lea!"

Y ahí nomás me acordé de otro lema que escuché o leí, también en México, hace muchos años, y que alguna vez estuve tentado de que fuese el lema de nuestra Fundación: "Ojos que no leen, corazón que no siente".

Ya se dan cuenta ustedes, desde luego, de que lo que estoy tratando de decir es que la LECTURA es un asunto mucho más complejo, arduo, sofisticado y hasta traicionero que lo que aparenta… De donde el encuentro con la lectura, en las páginas de los libros o en cualquier texto que se nos cruce, puede perfectamente cambiar nuestras vidas, nuestros destinos. Hasta ese punto el encuentro con la lectura es misterioso e imprevisible. Porque no se trata sólo de deletrear un texto, o desentenderlo como tantas veces sucede, o abandonarlo en el acto para dejarse llevar por la tele facilonga, ésa que todo lo miente y a la que sin embargo la inmensa mayoría de los argentinos le cree, y se ríe, y atiende absurdamente mientras come, como si este fuese un país de personajes de Rabelais.

Proponer que la lectura es un lugar de encuentro puede parecer, a la ligera, un sinsentido. Sobre todo porque la idea está basada en el más puro y sencillo sentido común. Como casi todo lo que hacemos en nuestra Fundación, con las decenas de voluntarias y voluntarios que nos sostienen y apuntalan: nada extraordinario, nada del otro mundo, puro sentido común. Y es que vivimos en un país —un continente, yo diría, incluso— en el que todo lo que se vincula o refiere a la lectura parece derrapar hacia el lugar común, que curiosamente es la negación del sentido común.

Dicho sea más clara y simplemente: hoy, cuando la lectura se ha convertido en una moda pedagógica, no es el sentido común el que la rige sino muchas veces la repetición impensada de lugares comunes.

Hoy, cuando la difusión de la lectura está mucho más extendida que el simple acto de leer, y cuando hay tantos congresos y eventos alrededor de la lectura pero no conseguimos ser nuevamente una nación de lectores como fuimos hace años, entonces es que algo está andando mal. Y no lo decimos nosotros, sino el más puro sentido común.

De ahí que la Lectura como un lugar de encuentro nos pareció una propuesta simple pero audaz, y provocativa dadas las condiciones actuales de nuestro país. A la vez es un desafío para pensar, para imaginar cómo podríamos llegar a ser el país que muchos y muchas aquí soñamos: Un país que lee. Un país que confía en su pensamiento porque lo ha trabajado. Un país que aprendió que los libros y la lectura son el camino hacia el conocimiento y el saber. Un país que tiene principios y valores, y los respeta y hace respetar. Un país de gente responsable y decente que considera el derecho ajeno. Un país que paga impuestos porque los impuestos son equitativos y los que más pagan son los ricos. Un país sin curros ni avivadas, sin ñoquis ni mentirosos (y menos los que se mienten a sí mismos con una decencia que no practican). Un país que hace leer y que cultiva y reconoce la mejor literatura. Todo eso.

Y un país que sea bandera en la construcción de un pensamiento latinoamericano en materia de políticas públicas de fomento de la lectura. Uno que adopta y adapta las nuevas tecnologías, y sobre todo hace punta en la democratización de ellas, como en la democratización de los medios de comunicación, esa materia hoy indispensable y que yo espero que el Congreso Nacional trate en las próximas semanas para terminar con las dictaduras mediáticas que tanto embrutecen a nuestro pueblo y tan golpistas son siendo aunque lo nieguen.

Ese país es el que se encuentra en la lectura. Ése el que la lectura nos puede garantizar mejor que nada ni nadie. Ése el país que queremos proponer como modelo para celebrar el año que viene el Bicentenario de las gestas de la independencia latinoamericana.

El año pasado mencioné aquí mismo que el autoritarismo nos tuvo maniatados y nos dejó secuelas sutiles e imperceptibles, entre ellas la lectura rota, la lectura como alma herida de esta tierra. Aquella Argentina lectora y culta que alguna vez fuimos, fue fracturada por el dolor y el miedo, y reconvertida penosamente en la actual nación de no lectores.

Nuestra Fundación hace un culto de esa memoria. Y no por pura nostalgia de aquella Argentina que fue el país más lector de América e incluso de toda la lengua castellana. Sino por la convicción de que el ascenso social —como lo sabían nuestros abuelos, inmigrantes o criollos— no depende del desarrollo económico, sino del desarrollo cultural. La lectura fue y sigue siendo el camino hacia el saber y el conocimiento, y por ende hacia el anhelado ascenso social. No hay otro camino. A esa ideología queremos volver y por ella luchamos. Para que los argentinos no sigan siendo pésima y perversamente educados por el entretenimiento idiota, la mentira, el miedo y la vulgaridad.

La lectura es un asunto demasiado importante para dejárselo a las dirigencias mediocres que tenemos. Y no me refiero sólo a los políticos sino también a los empresarios, los sindicalistas, e incluso muchos, muchísimos educadores, e infinidad de padres y madres que no han sido formados ni educados ellos mismos y hoy son desdichados modelos de esa pésima educación, tanto escolar como familiar.

Es doloroso reconocerlo, y duele también decirlo, pero no nos queda otro camino. Hoy que estamos nuevamente creando la conciencia de que leer es importante —y prueba de ello son todos ustedes, esta maciza presencia—, no podemos sino comprometernos al esfuerzo superior de que esta nación se reencuentre con la lectura. Y es importante hacerlo de manera fácil, accesible, horizontal y democrática.

Después de tantos años de predicar tozudamente, y de insistir ante las autoridades para que la República Argentina asuma a la lectura como una razón de estado, vemos con satisfacción y orgullo que la lectura ya está, en efecto, instalada en todas las agendas públicas. Y no sólo porque existen muchísimos planes de lectura, nacionales, provinciales, municipales y comunitarios, sino porque incluso la lectura ha llegado ya a alturas teóricas, e incluso a grados universitarios. Y eso está muy bien, pero siendo conscientes —y no me resisto a expresar esta opinión— de que también hay mucha exageración académica. Al menos en ciertas voces que sugieren que "el campo" de conocimiento de la lectura es TAAAAAN especializado que no es para todos sino para pocos, los elegidos.

Y yo creo que no, o al menos no si esa especialización significa dejar de lado al ciudadano común, a la mamá o el papá que son los que primero tienen tantísimo que hacer en este campo. Quiero decirlo bien claro: no es cierto que hagan falta más posgrados ni más estudios especiales. No es buena esa inflación, ¿y saben por qué?: porque la lectura es profundamente democrática y debe abrirse más y más, cada vez más.

Y también hay que admitir —y deben saberlo ante todo los maestros— que cualquiera puede hacer leer, y eso es lo mejor de todo. Cualquiera puede hacer leer. Y entonces cualquiera puede y debe constituirse en promotor de la lectura, porque leer es sencillo, y estimulante, y sano, y barato, y fácil, y hermoso, y no tiene ningún sentido encerrar la lectura en claustros que —como sucede con la literatura argentina— son sólo eso: claustros. Encerramientos. Saberes conventuales, monásticos, y por ende elitistas, de pocos y para pocos.

No es eso lo que queremos para la lectura. Después de tantos años de predicar desde aquí, desde esta provincia marginal, incendiada por sus contrastes sociales lacerantes, sobrada de resentidos y de incapaces, me emociono al decirles todo esto a los amigos/as que nos visitan, los/las colegas que aceptan venir hasta el Chaco a entregarnos sus experiencias y la generosidad de sus talentos. No queremos ni una nueva élite de especialistas en lectura, ni una elemental clase de lectores que no saben lo que hacen. Queremos que el encuentro con la lectura estimule la serenidad, la reflexión y el precioso permiso para demorarse que significa pensar. Eso es lectura: meditar, pensar, perder el tiempo para encontrarlo mejor cuando procedemos mejor y somos mejores personas. Ésa es la educación lectora que queremos.

Hoy, cuando el modelo neoliberal amenaza con regresar, ahora más astuto y sofisticado que en la década pasada cuando nos rifaron la Patria, conviene recordar todo esto. Porque nunca vamos a estar de acuerdo con la rentabilidad escolar, ni con ecuaciones económicas aplicadas a la Educación, ni con "salidas laborales" y otras patrañas como la supuesta "nueva cultura del trabajo" que sólo buscan hacer de nuestros estudiantes futuros clientes, consumidores, números, y no personas con saber y un claro sentido humanista de conocimiento universal, que de ahí viene el vocablo "universidad".

Está muy bien toda la insistencia y toda la preceptiva, pero lo primero es leer. Y la mejor estrategia es de una sencillez abrumadora: a leer se empieza leyendo. Para leer, señoras y señores, simplemente hay que leer.

Declaro inaugurado este 14º. Foro. Muchísimas gracias. •

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