EMILI TEIXIDOR . Contagiar el deseo de leer es como contagiar cualquier otra convicción profunda: sólo se puede conseguir, o mejor intentar, sin imposiciones, por simple contacto, imitación o seducción. No se trata de llenar ningún vaso -cerebro- vacío, sino de prender en una zarza el fuego que nos agita. Por el simple contacto de una llama. El mejor contagio/contacto es el ejemplo. Si nos preocupáramos menos por la lectura de los otros y más y con más rigor por nuestras propias lecturas, seguro que nuestro entusiasmo nos desbordaría y los más cercanos a nosotros advertirían esa plenitud que nos proporcionan los libros y quizás, quizás, otros intentaran alumbrar su propio ardor aprovechando alguna de las pequeñas chispas que desprende nuestra hoguera. Primer truco Primero lee tú y los demás imitarán el placer que tú expandas. Predica con el ejemplo. Toda seducción tiene sus estrategias o sus trucos. Existen algunos, pequeños, sencillos y prácticos para facilitar el contagio. O mejor